Hace seis años, Joao Perieira de Souza, un albañil brasileño, salvó al animal de la muerte. Desde entonces, son amigos de por vida
Cada año, el pingüino Dindim llega tambaleante hasta el patio trasero de un hogar en la playa Provetá en Ilha Grande, Brasil. Sin falla, regresa anualmente en lo que los científicos han descrito como un acto de lealtad hacia el hombre que lo rescató cuando estaba en su punto más bajo.
Quizá hayas escuchado la historia.
En mayo de 2011, Joao Pereira de Souza, un albañista humilde y retirado, rescató al pingüino herido en el estado de Río de Janeiro. El pájaro que no vuela estaba cubierto en petróleo y no se podía mover.
Pereira de Souza lo acogió y lo cuidó hasta que estuvo sano de nuevo, limpiando cuidadosamente los residuos de petróleo en el cuerpo del animal y alimentándolo por días hasta que tuvo la fuerza de regresar al agua. A pesar de su esfuerzo por liberarlo, el pingüino vuelve todos los años a su hogar.
João Paulo Krajewski, un biólogo y presentador de temas de vida salvaje en Globo TV, fue el primero en documentar la historia de Dindim y el hombre que salvó su vida.
En un correo a CNN, Krajewski dijo que a través de todos estos años, el animal regresa anualmente y se queda en la isla cuando otros pingüinos de su especie se están reproduciendo.
«No tenemos ni idea de a dónde va Dindim y eso sigue siendo un misterio», le dijo a CNN.
En marzo, los científicos le pusieron un marcador al pingüino para saber más sobre sus orígenes y su trayectoria. «Por primera vez, tenemos prueba definitiva de que es el mismo pingüino el que regresa cada año a la casa del señor Joao, pues volvió con el marcador».
Ha habido muchos malentendidos sobre la vida del pingüino, incluyendo reportes que afirman que es una mascota.
«Primero, el pingüino es totalmente libre», dijo Krajewski en una publicación en Facebook. «Duerme en el patio del señor Joao, que está conectado a la playa con una cerca parcial, pues a Joao le preocupa que al pingüino lo ataquen los perros callejeros».
Si bien puede parecer extraño que un pingüino visite cada año, Krajewski dice que la mayoría de animales de esa especie «son muy leales a sus compañeros y al lugar donde anidan. Siempre lo hacen en el mismo lugar año tras año, lo mismo con su pareja».
«Nada en la naturaleza es 100%, pero esto es una regla para los pingüinos, que se reconocen el uno al otro por sus sonidos», dice.
«Dindim definitivamente sabe a dónde va y cuando llega a Ilha Grande, como lo ha hecho por cuatro años, se dirige por sí mismo hacia el patio del señor Joao».
El jubilado ahora hace parte de la familia del pingüino.
Krejewski dice que el momento más memorable cuando registró esta amistad, fue ver a Dindim tocando el rostro de su salvador, como si lo estuviera limpiando. «Esto muestra qué tan cercanos y cómodos se sienten el uno junto al otro», añade.